En los tiempos más antiguos, en los que el hombre ya habitaba esta tierra, éste utilizaba el sol cuando se sentía mal físicamente; es decir: su luz y su calor como único medio de curación para la recuperación de su salud.
Colocaban a sus enfermos al sol, destapando aquellas partes del cuerpo en las cuales el enfermo sentía algún tipo de debilidad, malestar o dolor y en poco tiempo el enfermo notaba mejora.
Si el enfermo padecía del estómago, entonces, después de haber sido expuesta dicha parte al sol, tenía que beber agua pura de una fuente, que a la vez había estado expuesta al sol y pronto se empezaba a sentir mejor.
De todas maneras los primeros habitantes de la tierra no bebían agua que no hubiera estado expuesta al sol durante un plazo de tiempo mínimo, de acuerdo a la posibilidad.
Fuentes profundas y cubiertas les eran desconocidas, y de un manantial donde la luz solar no tenía posibilidad de entrar, nadie bebía agua, pues también ellos sabían y también veían bien que en tal agua se encontraban seres, a veces incluso malignos. No tomaban de estas aguas hasta que estos seres eran ahuyentados por la luz solar.
Ved; en lo hasta ahora mencionado se encuentra una profunda verdad, pues la luz solar lleva, tal como os la podéis imaginar con facilidad, espíritus más puros. Estos espíritus tienen una gran familiaridad con las partes substanciales del alma del hombre. Si con la intervención de tales espíritus puros se le aporta un seguro reforzamiento al alma, entonces el alma, fortalecida, es capaz de combatir con facilidad y rapidez cualquier tipo de debilidad ocasionada, porque la salud del cuerpo depende única y exclusivamente de un alma suficientemente fuerte.
Siempre donde aparezca cualquier debilidad en el alma; es decir, en sus partes substanciales, y el alma misma no pueda, siguiendo un camino ordenado, procurarse una fortaleza en las partes debilitadas, se dirige entonces a su propio espíritu nervioso y extrae de éste lo que le falta a ella. A cambio de esto se produce entonces en los nervios, como en unas pilas eléctricas descargadas, una carencia clara de aquel fluido vital, por medio del cual únicamente se puede conservar su tensión correcta.
Los nervios, debido a esto, hambrientos, succionan un alimento todavía poco puro de la sangre, y cuando esto sucede se produce de manera muy normal un proceso de vida contrario a la naturaleza de la carne. Como consecuencia de esto pueden surgir múltiples enfermedades según la parte del alma que se haya debilitado.
Pero como que en los espíritus puros (Espíritus de la luz solar) se encuentran todas aquellas sustancias del alma de las que consiste el alma misma, es fácil para ésa extraer de ellas aquello que desapareció y que era necesario para mantener su fortaleza.
De esta manera vuelve a reconstruir se el antiguo orden (en su espíritu nervioso) y se restablece en los nervios y en la sangre la tensión vital correcta y natural.
Precisamente por este motivo, y, además en numerosos sentidos la verdadera homeopatía es preferible a la alopatía. A través de la homeopatía se aporta lo espiritual al alma, aquello que le es familiar a ésta y el alma misma se convierte en el médico de su cuerpo, en caso de haber absorbido algo externo que la haya debilitado.
En la alopatía, en cambio, el cuerpo es obligado a volverse primero el médico de su alma. Así, únicamente en cuanto ésta se haya curado a través de un gran sufrimiento del cuerpo, podrá comenzar retrospectivamente con la recuperación del mismo, cosa que es, sin duda, el camino menos adecuado para la recuperación de la plena salud corporal. Es fácil, pues, ver lo larga y difícil que es la reconvalecencia del cuerpo y del alma.
Por lo tanto, según esto, la homeopatía es un correcto método de curación. Sin embargo, cabe mencionar y distinguir entre las dos homeopatías existentes:
Primeramente una especial (justificada por el médico aleman, Samuel Hahnemann), que evidentemente en cuanto a su éxito es insegura, pues un médico hábil no siempre es capaz de reconocer con certeza dónde y qué partes del alma están debilitadas. Debido a esto él no puede emplear y activar lo verdaderamente específico del alma. Un médico, renacido en el espíritu, si puede hacerlo, pero para un médico que aún no ha renacido expiritualmente del todo, como suele ser en la mayoría de los casos, o ni siquiera ha empezado el camino del renacimiento espiritual, esto es, a pesar de su capacidad de comprensión, difícil o incluso imposible.
Por este motivo es preciso fijarse más en la homeopatía de la segunda clase a la que Yo denomino: homeopatía general para diferenciarla de la primera. Con ésta ningún médico, incluso uno de poca habilidad, puede fallar.
Precisamente este tipo de homeopatía trata de lo que Yo os predije el 16 de julio de 1851 sobre la fuerza curativa de los rayos solares.
Como es de esperar os plantearé ahora la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible tal cosa?
Un caso os lo he mencionado al principio. Este caso es, o mejor dicho, sería suficiente, si las personas actualmente tuvieran en cuenta la forma de vivir que antiguamente se desarrollaba.
Para la actual forma de vivir, en la que el alma más bien es privada que nutrida de algunas partes a causa de la alimentación artificial, siendo ésta además pésima, la utilización de la luz solar (como lo hacían antiguamente) sería demasiado pobre. Por este motivo quiero proclamaros varias clases, así como el régimen necesario correspondiente. Si éste, junto con la medicina mencionada de la luz solar, es tenido en cuenta correctamente, entonces podréis curaros, con toda seguridad, de cualquier enfermedad, sea cual sea.
Incluso daños externos del cuerpo pueden ser curados de esta forma con mayor rapidez, teniendo en cuenta el correcto uso de la medicina mencionada.
Lo relacionado con esto se explica a continuación.
Queremos hablar de las especiales formas en las que la sustancia curativa de la luz solar es unida con facilidad a cualquier sutil sustancia material y su empleo en casos de enfermedad corrientes.
El hecho de que la materia de la luz solar se una con materias de todo tipo, es comprensible a todos. Basta con sólo echar una mirada a una pradera.
Si la primera plantita es cogida, olfateada y comida, tanto el olor como el gusto dirán: "Provenimos de la luz y del calor del sol."
En un vidrio, expuesto algún tiempo al sol, aparecerán diversos colores en su superficie exterior. ¿Por qué no pues en su superficie interior? Porque la interior no está expuesta al primer ataque de los rayos solares.
¡Colocad una planta con flor en un sótano oscuro! Aunque florezca la flor, o bien no tendrá ningún color o como máximo tan sólo se percibirá un débil colorido.
De esto se deduce, que también los colores de las flores y los de los frutos son obra de los activos espíritus de la luz del rayo solar.
En aquellos países, que vosotros denomináis los cálidos, el juego de colores es, tanto en las plantas como incluso en los animales, mucho más vivo y generoso, al contrario pues de las zonas templadas y sobretodo de las frías, en las que el tono general se acerca al gris. De un fuerte y agradable olor, no cabe ni hablar, y en cuanto al sabor, éste suele ser duro y ácido acercándose a la amargura de los espíritus desterrados en el interior de la tierra.
Alguien podría objetar en cuanto a esto: Si, según esto, todas las diferentes especies del mundo vegetal, animal y mineral -sobretodo en las zonas cálidas- poseen en sí tanta materia luminosa del sol, entonces ¿para qué sería preciso algún tipo de procedimiento artificial para capturar artificialmente del sol, lo que sería posible conseguir de manera natural sin esfuerzo alguno?
Esta objeción es correcta y hasta ahora toda medicina se ha basado en esto.
Cualquiera que utilice algún tipo de hierbas medicinales notará con seguridad algún efecto: pero ninguna hierba está constituida de manera que pueda absorber la materia curativa de la luz del sol, así como así. Toda planta absorbe únicamente lo que a ella le corresponde y por lo tanto no es capaz de asimilar nada más que esto, pues -según su constitución- sólo retiene de la luz solar lo que le corresponde y conviene.
Si un médico, en un alma enferma, pudiera investigar con exactitud qué esencias vitales se han debilitado o incluso cuáles faltan y además conociera la hierbecita provista de estos elementos vitales, entonces podría devolver de esta manera, con toda seguridad, al alma enferma -o lo que es lo mismo- a una persona enferma, la plena salud.
Pero, puesto que un conocimiento tan profundo de la persona y su alma suele ser desconocido a un médico común, tal como si se tratara de una parte del mundo por descubrir, entonces su ámbito de curación sigue siendo más una adivinanza que un saber. Aquello que el hombre se ha apropiado a través de la experiencia y a través de pruebas, raras veces bonitas, al utilizar la fuerza curativa de las plantas, los minerales y los animales, lo emplea normalmente para curar los enfermos.
A la mayoría de los médicos podría aplicárseles el proverbio del norte en el que un médico así es comparado con una especie de porra. Si ésta acierta afortunadamente la enfermedad, entonces el paciente mejorará; sin embargo si le da al paciente en vez de dar a la enfermedad, entonces éste morirá!
Aquí no se trata de la practica de antiguas experiencias o de nuevos experimentos para la curación del hombre, sino de un arcano que, mientras lo permita la máquina del cuerpo, sea capaz de volver a revivir la humanidad enferma, de la misma manera que la luz de la primavera revive las plantas y animales, suponiendo que el organismo sea proclive a tal revivir. Cabe mencionar que una vida eterna del cuerpo, junto con su alma, y en ésta tierra, tal como lo sueñan algunos médicos, no existe.
Pero con la posibilidad del hombre de prorrogar su vida en relación con Mi orden establecido, éste puede llegar a una elevada edad con una salud muy buena si tiene en cuenta el régimen adecuado y además el correcto empleo del arcano.
Puesto que necesariamente hemos anticipado esto, y gracias a estas explicaciones, todos podemos comprender como las diferentes esencias de la vida de los rayos solares están conectadas con la naturaleza, ahora pasamos a la forma de tal mecanismo receptor de rayos solares.
Fuente: La Fuerza Curativa de la Luz Solar, recibido por Jakob Lorber. Página web: jakoblorber.webcindario.com